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Estás en el blog de Créate: Psicología + Coaching. Aquí encontrarás todos nuestros artículos para orientarte y ayudarte a elegir la vida que tú quieres vivir.

“Cuando pienso que alguien me puede rechazar realmente me siento rechazado”

octubre 30, 2015 Sin categoría 1 comentario

«Los pensamientos producen sensaciones»: esta es una de las leyes básicas de nuestro pensamiento.   ¿Quieres comprobarlo? Haz el siguiente ejercicio de imaginación y visualización de la forma más vívida que puedas recrear: coge un limón, pélalo, acércatelo a la nariz y huélelo, seguidamente pártelo en dos mitades y acércatelo a la boca, mordisquea un trocito y percibe esa sensación de agua que te inunda la boca, saboréalo lentamente y muérdelo, deja que el zumo resbale por tu lengua. Separa el limón ligeramente de tu boca y exprímelo dejando que el ácido caiga lentamente en tu boca abierta y llegue hasta tu garganta. Ahora, no sigas con la lectura, dedica un tiempo a imaginártelo. Si consigues representar de forma vívida esta situación seguramente llegarás a sentir sensaciones similares a las que tendrías con el limón realmente en la boca, sintiendo su acidez e incluso llegando a salivar. ¿Cómo explica este hecho la psicología? En realidad no tenemos en nuestras manos el limón sin embargo, al mencionarlo y describirlo hemos reaccionado como si la fruta realmente estuviera ahí. Las palabras escuchadas, leídas o simplemente pensadas han producido un efecto similar al que tiene un limón. De manera que, nuestros pensamientos tienen la capacidad de provocar reacciones corporales automáticas y se manifiestan en determinadas sensaciones como pueden ser palpitaciones, sudor en las manos, respiración agitada, hormigueo, temblor… ¿te suena?; pero sentirlas no es una prueba de que el contenido de nuestro pensamiento exista (el limón en este caso) o se ajuste a la realidad. “Cuando pensamos que alguien nos puede rechazar vamos a sentir el rechazo, pero nuestro sentimiento no es garantía de que el rechazo...

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Cuando decimos «basta» realmente ¿qué queremos decir?

mayo 31, 2017 Sin categoría 0 comentarios

Cuando decimos «basta» realmente ¿qué queremos decir?

Cuando por algún motivo buscamos un sinónimo de «basta», el diccionario nos ofrece la palabra «suficiente». En algunas ocasiones es indistinto usar una u otra; por ejemplo, cuando decimos: «Suficiente con lo que me ha servido» o «Suficiente por hoy, continuamos mañana. Aquí solo se trata de poner un límite circunstancial en una situación ordinaria que no incluye presiones. Es un límite funcional para evitar sobrecargas innecesarias o excesos perjudiciales. Es simplemente frenar una situación que no arrastra ninguna historia ni genera conflictos. Para este tipo de casos, la palabra «suficiente» alcanza y sobra.   Pero hay otras situaciones que sí tienen historia y también arrastran conflictos en los que la palabra «suficiente» resulta demasiado estrecha como para expresar el énfasis necesario y la carga emotiva que conllevan. Se trata de momentos en los que es necesario poner un límite contundente porque se ha llegado a un grado máximo de tolerancia (como cuando ya no se aguanta más y la capacidad para soportar desagrados ha llegado al nivel de saturación). Son esos momentos en que las energías se agotan en el intento de preservar la propia dignidad, cuando las demandas externas o internas superan la posibilidad de ser satisfechas; en fin, cuando ya no se puede seguir sosteniendo más lo insostenible. Es entonces cuando pareciera surgir de lo más profundo del deseo el rugido irrefrenable de un NO superlativo que arrasa con cuanto encuentra en su camino. Decir basta es una manera de condensar en un solo NO, con mayúscula, todos los minúsculos no que fueron omitidos a lo largo y ancho de un tiempo excesivo. Es un NO que lleva una carga explosiva y suena a definitivo. Es aquí donde aparece el basta en representación de ese NO para expresar que se ha producido una acumulación excesiva de situaciones indeseadas.   El «basta», a diferencia del «suficiente» ejecuta un límite por saturación. Con frecuencia se lo utiliza para dar a entender que no habrá marcha atrás ni revisión posible, y su envergadura pareciera ser directamente proporcional a la acumulación de infinitos y pequeños no que fueron silenciados. Llegado este punto de saturación , el basta se erige como un enorme monstruo que a menudo cae en la tentación de enarbolar banderas reivindicatorias. Es un monstruo convocado y temido, aplastante y al mismo tiempo liberador (como aquel personaje de ficción, El increíble Hulk, que se transforma en un monstruo reivindicador que arrasa con las injusticias).   Sacado del libro «Decir basta» de Clara...

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¿Qué más puedo hacer?

mayo 3, 2017 Sin categoría 0 comentarios

¿Qué más puedo hacer?

En general, las personas intentamos evitar la autorresponsabilidad de muchas maneras, por ejemplo no viendo o no queriendo ver lo que tenemos ante nuestros ojos y no queriendo admitir lo que sabemos. Muchas veces hacemos oídos sordos a aquella información que no queremos conocer. Después, cuando la decepción o el desastre se hacen evidentes decimos: “¿Cómo iba yo a saberlo?” Y nos persuadimos a nosotros mismos de que hemos sido víctimas de una desgracia imprevisible. En mi trabajo, atiendo a muchas personas que a menudo tienden a establecer relaciones poco ventajosas para ellas con personas que acaban tratándoles mal. Casi en todos los casos es posible identificar señales de aviso durante sus relaciones, que fueron ignoradas a nivel consciente. Pretendiendo no ver y no saber, pueden desempeñar el papel de “víctimas” y así descargarse de toda responsabilidad respecto a la situación. Quedarse mirando un problema y decirse a sí misma “espera a ver qué pasa” es otra manera de evitar la responsabilidad. En otras palabras, es una forma de decir: “Más tarde o más temprano se dará cuenta o el tiempo lo pondrá en su sitio”. Otra manera de evadir la responsabilidad es echar la culpa a los demás. Este gesto tiene una larga tradición. Adán culpó a Eva por comerse la manzana, Eva a la serpiente por incitarla a comérsela y la serpiente podría haber dicho: “no pude evitarlo, es que yo soy así”. El problema es que cuando se echa la culpa a los demás no reflexionamos sobre la propia contribución al problema y no se buscan soluciones, realmente es como si colocáramos un muro entre nosotros y la búsqueda de una solución. Cuando esto se repite a la hora de afrontar los problemas que nos vamos encontrando, el aprendizaje se resiente y por supuesto nuestra autoestima se menoscaba. Como último ejemplo de múltiples maneras de evadir nuestra responsabilidad quiero destacar la actitud de: “Ya he hecho suficiente”. Algunas veces hacemos determinadas cosas para resolver un problema o alcanzar un objetivo y después nos decimos a nosotros mismos: “Ya he hecho bastante. Yo lo he intentado. Nadie puede decirme que no lo he intentado”. Y no nos preguntamos: “¿Qué más puedo hacer?”, las veces que haga falta, las que sean necesarias, porque solamente la gente que persiste en hacerse esa pregunta es la que hace girar el mundo. Quiero dejar claro que la autorresponsabilidad nada tiene que ver con la omnipotencia. Hay veces en que, a pesar de la dedicación y la perseverancia que mostramos, no llegamos a alcanzar nuestras metas. Entonces no tenemos por qué culparnos ni hacernos reproches, sino decirnos sinceramente: “He agotado todos los recursos que conozco”. Llegado este momento quizá sea necesario pedir la ayuda de los demás: familia, amigos e incluso valorar la necesidad de acudir a un profesional que nos dote de otras herramientas y recursos que...

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«Yo sólo disfruto haciendo feliz a la gente que quiero»

enero 13, 2017 Sin categoría 0 comentarios

Yo sólo me siento bien si los que me rodean también se encuentran bien” o “yo sólo disfruto haciendo feliz a la gente que quiero”. Estas frases son las más pronunciadas por la mayoría de las mujeres con las que trabajo. Entran dentro de un perfil de “entrega en cuerpo y alma”; mujeres dedicadas a sus hijos y a su pareja, que cuidan de sus padres, que también han ocupado el rol de madre de sus hermanos, en definitiva, mujeres que carecen de un proyecto de vida propio. Sí que es cierto que la entrega de una madre o un padre por sus hijos es totalmente natural, sana y necesaria. Es normal que una madre o un padre se entreguen a sus hijos y esa entrega se produzca de manera natural y necesaria. Estamos dispuestos a hacer muchas cosas por ellos. Pero que las hagamos no quiere decir que neguemos nuestra propia existencia o que sintamos que no somos nada sin ellos de manera que sólo encontramos sentido a nuestra vida viviendo la de ellos. Y este es el GRAN ERROR y lo que convierte la vida de muchas de estas mujeres en un vacío absoluto o en un fracaso vital. Mujeres que han olvidado quiénes son, cuáles son sus necesidades, que no se acuerdan de cuándo fue la última vez que disfrutaron de algo porque ya no sienten placer por nada, que son esclavas de los “deberías” y que apenas si se reconocen cuando se miran a un espejo. La creencia que mantiene esta manera de conducirse por la vida es que “hay que dar todo y no es importante recibir”. Cuando transitamos por la vida de esta manera, en lugar de sentirnos satisfechas con nuestra vida y crear un clima de seguridad con la gente que nos rodea, los hacemos dependientes, egoístas y tiranos y acabamos enfermando en muchas ocasiones, lo que hace que al final ellos tengan que cuidar de nosotras. Lo ideal es que, en cualquier grupo de personas, cada uno sea capaz de cuidar de sí mismo dentro de sus posibilidades (su edad, sus circunstancias…), de esta forma habría espacio para una adecuada interacción y ayuda en momentos puntuales. Cuando ayudamos a los demás sin tener en cuenta nuestras necesidades, la ayuda se convierte en obligación, esfuerzo, sentimientos de culpa si no lo hacemos, rabia y desafección. Así en lugar de actuar desde el cariño, una se siente esclava de la situación y siente que no tiene vida...

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Aunque tengas miedo…¡hazlo!

junio 28, 2016 Sin categoría 0 comentarios

Aunque tengas miedo…¡hazlo!

En un país lejano había un lugar casi desértico donde apenas llovía. Sus habitantes pasaban hambre y escasez. Separado solamente por un precipicio insondable había un lugar paradisiaco en donde crecían todo tipo de frutas y alimentos. Nuestro protagonista se acercaba al precipicio y lo recorría de arriba abajo mirando hacia el horizonte con envidia. Un buen día llegó a un sitio donde el precipicio se estrechaba y pensó que podía saltarlo si se entrenaba. Se entrenó durante mucho tiempo, hasta que llegó a la conclusión de que ya saltaba una distancia mayor que la dimensión del precipicio en aquel lugar. Un buen día, intentó el salto, pero cuando llegó al borde se paró asustado. Su corazón latía de forma tremenda y el estómago se le subía a la garganta, pensaba que había estado a punto de matarse. Siguió entrenando y, de vez en cuando, lo intentaba de nuevo. Siempre le ocurría lo mismo. Pensó que lo que le pasaba es que no tenía ni seguridad ni confianza suficientes para poder saltar y, desesperado, pensaba y pensaba cómo podría conseguirla. Mientras, su autoestima se iba deteriorando rápidamente. Un día estaba sentado, deprimido, mirando al precipicio, cuando vio llegar corriendo a un paisano que saltaba limpiamente al otro lado. Se quedó con la boca abierta. Al cabo de un rato apareció con un saco de comida al hombro y, saltando en dirección contraria el precipicio, pasó al lado de nuestro protagonista, quien no pudo menos que preguntarle donde se adquiría la seguridad, confianza y autoestima que le permitían saltar de esa forma el precipicio. El paisano le contestó: “Hace un año yo estaba como tú mirando a este precipicio imponente y no me atrevía a saltarlo. Pero llegó un momento en que me di cuenta de que o saltaba o mi hijo moriría de hambre. Me lancé hacia la otra orilla dispuesto a morir si fuera necesario y casi, casi me mato. Me agarré al otro lado con la punta de los dedos, viendo el abismo que me llamaba. Pude subir al otro lado, cogí mucha fruta y volví. La vuelta es más sencilla, porque el borde de allí está más alto que este. Cuando vi que de nuevo mi hijo sufría por el hambre, volví al precipicio. Esta vez estuve aún más cerca de la muerte; pero también logré saltarlo. Así, fui haciéndolo muchas veces y ahora ya no pienso en lo que me puede pasar si fallo, salto y ya está”. Nuestro protagonista, animado por lo que había oído, se lanzó a saltar. El miedo le atenazaba y casi se mata, pero logró cogerse a una piedra que salía en la pared y, subiendo, llegar al otro lado. Cogió la comida y comprobó que, efectivamente, la vuelta era más sencilla. Cuando llegó a su casa, la alegría de todos fue tan grande que al poco tiempo se animó a saltar de nuevo. Le salió algo mejor, pero con el mismo miedo que antes. También fue recibido con grandes muestras de alegría. Cada vez que era necesario, saltaba el precipicio y no dejaba de entrenarse. Al cabo de un año, un día que iba a saltar se encontró con un hombre que le miraba asombrado y le preguntó que dónde había conseguido la confianza, la seguridad y la autoestima...

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¿Qué he hecho yo para merecer esto?

junio 3, 2016 Sin categoría 1 comentario

¿Qué he hecho yo para merecer esto?

Con frecuencia se niega o se quita importancia a la violencia psicológica en las relaciones de pareja, otras veces damos explicaciones simplistas convirtiendo a la víctima en responsable de las agresiones (será que es masoquista, es que le hace perder los nervios…). Dar este tipo de explicaciones hace que se niegue la fase de dominio que tiene lugar en este tipo de violencia y que hace que la persona que lo sufre se paralice y no pueda defenderse además de negar la violencia de las agresiones del que la ejerce y las secuelas psicológicas del acoso en la víctima. En muchas ocasiones las propias víctimas no llegan a la consulta verbalizando que su pareja ejerza algún tipo de violencia sobre ella y menos aún que esta violencia sea psicológica. Normalmente su demanda gira en torno a un estado de ánimo deprimido, a cambios bruscos de humor, a crisis agudas de ansiedad e incluso en algunos casos a “intentos fallidos de suicidio” o como muchas personas se refieren a ellos como simples “llamadas de atención”. En otras entradas abordaremos este tema ya que por desgracia se ha convertido en la primera causa de muerte no natural en nuestro país, por delante de los accidentes de tráfico. El dominio lo establece una persona que pretende paralizar a su pareja poniéndola en una situación de confusión y de incertidumbre y que se llega a él por un exceso de tolerancia por parte de la persona agredida. Muchas veces esta tolerancia se origina en las propias creencias sobre la lealtad familiar que mantiene esa persona, por ejemplo, en aceptar un papel reparador de cualquier conflicto que se produzca y adoptar una actitud de sacrificio por la familia y en otras muchas ocasiones por creencias irracionales acerca del amor y de la pareja que son reforzadas por la socialización de género (debo anteponer mis deseos y necesidades a las de mi pareja, debo mantener a la familia unida, debo cuidar de todos, lograré que con el tiempo cambie a mejor, debo hacer lo que me pida aunque no me apetezca, debo complacerle sexualmente en todo lo que me pida para que no lo busque fuera…).En fin, todo aquello que muchas mujeres siguen haciendo en nombre del AMOR que nunca han tenido la oportunidad de conocer y que siguen creyendo que es lo que las mantiene “atadas” a una pareja en muchas ocasiones “perversa”. Pero esa perversión no se demuestra en público. Ya se cuidan mucho de seguir aparentando lo que no son, precisamente para poder seguir agrediendo. Si los demás lo vieran claramente podrían poner en alerta a la pareja y el chollo se les acabaría. La violencia que ejercen es mucho más sutil, no deja rastro y los que la perciben suelen pensar que son problemas típicos de pareja, o de una relación entre dos personas muy apasionadas, cuando en realidad son acciones violentas de destrucción moral e incluso física. Se trata de una violencia indirecta que se ejerce fundamentalmente a través de las faltas de respeto. Son heridas en el amor propio que no cesan, pero como tampoco creemos que sean graves simplemente no se habla de ellas. Además, tampoco creemos que lo haga intencionadamente, posiblemente sea fruto de su carácter difícil o de un mal día…de muchos malos días. La violencia...

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“Mi madre parió gemelos, al miedo y a mí”

marzo 31, 2016 Sin categoría 2 comentarios

“Mi madre parió gemelos, al miedo y a mí”

Todos hemos experimentado esta emoción a lo largo de nuestra vida. Y aunque en muchas ocasiones sentir esta emoción nos ha ayudado a detectar posibles amenazas y a poner en marcha estrategias para hacerle frente en otras ocasiones evita que nos arriesguemos para probar cosas nuevas y así poder cambiar, crecer y evolucionar. Hay muchos tipos de miedo: a envejecer, a la soledad, a las catástrofes naturales, a la pérdida de la seguridad económica, a la muerte, a la enfermedad, a perder a un ser querido, a tomar decisiones, a cambiar de profesión, a hablar en público, a cometer un error, al rechazo, al fracaso o al éxito, a la desaprobación… Pero el miedo más profundo, el más grande de los miedos…el que logra paralizar a cualquiera es: ¡NO PUEDO AFRONTARLO! En el fondo de cada uno de nuestros miedos está simplemente el miedo de no poder afrontar lo que nos pueda deparar la vida. Esta falta de confianza en nosotros mismos es la culpable de la mayoría de nuestras limitaciones. Y cuando empezamos a reforzar esta confianza nuestro campo de acción se abre, nos aventuramos, nos arriesgamos y actuamos y así crecemos. Y así llegamos a otra “gran verdad”: “EL MIEDO NO DESAPARECERÁ MIENTRAS YO SIGA CRECIENDO” Sé perfectamente que esta afirmación no es precisamente la que querías oir. Pero antes de sentirte decepcionado puedes considerarlo un alivio ya que no hace falta que trabajes tanto para liberarte del miedo ¡No desaparecerá! A medida que fortalezcas la confianza en ti mismo lo que cambiará será la forma en que te relacionas con el miedo ¡ya no lo evitarás! Y así llegarás a otra “gran verdad”: “LA ÚNICA FORMA DE LIBERARSE DEL MIEDO A HACER ALGO ES HACERLO” Si reeducamos nuestra mente podemos aceptar el miedo como un simple hecho de la vida, más que como un obstáculo. De esta manera también dejaría de sentirse como un problema psicológico propio del campo de la terapia y podría trabajarse desde el área de la educación… ¡Qué gran noticia! ¿Nos importa realmente de dónde proceden nuestros miedos? Hay veces que conocer las causas de las pautas negativas que establecemos no nos conduce necesariamente al cambio, sin embargo, creo que si algo te preocupa debes partir desde el punto donde estás y hacer lo necesario para cambiarlo. Si tus miedos desaparecieran… ¿Qué cambiarías en tu...

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“Hagas lo que hagas…»

febrero 28, 2016 Sin categoría 0 comentarios

“Hagas lo que hagas…»

Nuestra cultura enaltece la incondicionalidad del amor, de manera que esta lo convierte en un arma muy peligrosa que “dispara” una idea que viene a decir: “hagas lo que hagas yo siempre te seguiré queriendo”. ¿Realmente esto es así? Es decir: ¿Debo apoyar a “Laura” para que continúe en una relación donde su pareja le dice que la quiere mucho después de haberla insultado y menospreciado? ¿Debo tratar de hacerle ver que cuando su pareja da golpes a las puertas enfadado es porque su amor hacia ella es incontrolable? ¿Debo animarla a que se quede en casa para evitar que su pareja se enfade con ella y le demuestre de esta manera que su amor por él es incondicional? ¿Debo reforzar su idea de que “quien bien te quiere te hará llorar”? ¿Debo animarla a que anteponga sus intereses, las cosas que le gustan, sus ratos de ocio, sus amistades o incluso a su propia familia para estar con la persona que ama? Porque en eso consiste el VERDADERO AMOR, en renunciar a uno mismo para centrar su vida en el OTRO, ¿o no? ¿Debo aconsejarle que cuando no quiera tener relaciones sexuales con su pareja haga un pequeño esfuerzo por complacerle ya que eso es señal de que su amor sigue vivo por él? ¿Debo hacerle ver que cuando realmente estamos enamorados da igual lo que queramos nosotros o lo que sintamos en un momento determinado? Estar pendientes de nuestros deseos, de nuestras ilusiones, de lo que sentimos, de nuestras emociones es puro egoísmo. Lo que realmente importa es cómo hagamos sentir a nuestra pareja… ¿O no? Por un lado, nos dicen que eso el verdadero amor, un AMOR INCONDICIONAL. Y sin embargo mis clientes me buscan cuando este AMOR INCONDICONAL que han aprendido a sentir les AHOGA, les ASFIXIA, les OPRIME, les MACHACA, les ANULA… ¿Debo decirles que han tenido la gran suerte de conocer EL VERDADERO AMOR y que por eso se sienten...

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Si no te tratan bien, TE MALTRATAN

febrero 1, 2016 Sin categoría 1 comentario

Si no te tratan bien, TE MALTRATAN

Ocurre en muchas ocasiones que una persona comienza un proceso terapéutico y a medida que avanza en él y va dando más detalles de cómo ha sido su relación de pareja comienza a darse cuenta de que también el maltrato psicológico ha estado presente a lo largo de su relación, aunque las personas de su alrededor ya lo percibían. Que te hagan sentir insegura, tonta o fea con comentarios como “eres una inútil”, “eres una guarra”, “te pasas el puto día en la calle”, que te empujen o te escupan, que den golpes a la puerta cuando se enfadan, que te dejen encerrada en una habitación, que te ninguneen, que te controlen el dinero que gastas, que “te monte un pollo” cada vez que ves a tus amigas o visitas a tu familia, que tomen decisiones sin contar contigo son conductas que no deberías permitir NI UNA SOLA VEZ. Si la persona que es tu pareja te trata de esta manera está claro que NO TE QUIERE. No te engañes, NO CAMBIARÁ. Si no hacemos nada y solo nos dejamos llevar por el pensamiento mágico de “seguro que cambiará” estas conductas se seguirán repitiendo y con el tiempo llegaremos a acostumbrarnos, es más, ni sabremos ya cómo es eso de que nos traten con amabilidad, con ternura, en fin…con RESPETO. Estaremos tan acostumbradas a que nos humillen, nos insulten y nos ninguneen que con el paso del tiempo acabamos NORMALIZANDO este trato. Además, suele coincidir que el maltratador suele ser “encantador” con cualquier persona menos con su pareja con lo que nos resulta más difícil hacer ver a los demás lo que estamos sufriendo en la intimidad. Si alguien que nos quiere se da cuenta de lo que ocurre nos animará a que pongamos punto y final a la relación y a que salgamos de allí antes de acabar con la última migaja de AMOR PROPIO. Aún así, si sufrimos DEPENDENCIA EMOCIONAL y nos volvemos a encontrar con él sus palabras nos pueden sonar a “cantos de sirena”: “voy a cambiar”, “lo nuestro no puede acabar así”, “te prometo, te juro que…” y podemos acabar volviendo a sus brazos. Y si esto vuelve a ocurrir, las personas que nos han ayudado a salir de ahí, no nos entenderán, se enfadarán y dejarán de estar a nuestro lado. Las personas que sufren este tipo de maltrato se hacen cada vez más dependientes, se acostumbran a esas agresiones y cada vez les cuesta más salir de allí. Incluso te dicen que continúan porque quieren a su pareja. Nada más lejos de la realidad. Su falta de autoestima las anula como persona. No puede decidir irse…ni siquiera quedarse…simplemente NO PUEDE DECIDIR Y CONTINUA EN LA MISMA...

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Y tú … ¿sientes que estás inmovilizado?

enero 26, 2016 Sin categoría 5 comentarios

Y tú … ¿sientes que estás inmovilizado?

El otro día una clienta se quejaba amargamente del tiempo que lleva aferrada al rencor y a la rabia por situaciones del pasado y cómo esto le afectaba en el momento presente de manera que le impedía hacer lo que realmente quería. Y os preguntaréis… ¿Eso es posible? ¿Puede ocurrir que lo que siento ahora acerca de hechos pasados me impida hacer lo que yo quiero en el momento presente? Os voy a hacer una pequeña lista de momentos en que os podéis encontrar “inmovilizados” y seguro que algunos de los que leéis este post conectaréis más con unos que con otros, en función de los que más se repitan en vuestro repertorio. Te encuentras inmovilizad@ cuando… Te pasas el día sentado en casa pensando en tus problemas. No puedes hablarle cariñosamente a tu pareja o a tus hijos, aunque lo quieres hacer. No haces alguna actividad agradable para ti o algún deporte por esa “sensación desagradable” que arrastras contigo. Evitas hablar con alguien, aunque sabes perfectamente que un gesto amable o amistoso mejoraría tu relación con esa persona. No puedes dormir porque hay algo que te preocupa. No puedes pensar con claridad porque estás enfadado. Tratas mal a alguien que quieres. No empiezas un proyecto, aunque estés muy interesado en él. Tus enfados evitan que hagas o digas cosas que quieres hacer o decir. Tu timidez te impide conocer gente que quieres conocer. No puedes trabajar de manera eficaz A veces pensamos que vale la pena sentir rabia, hostilidad, mostrarse tímido o sentir otras emociones del estilo. Y por supuesto que, como todas las emociones, también cumplen su función y por eso deben estar presentes en determinados momentos. Quizá dirigirte a tu hijo con voz enfadada para hacerle ver que no quieres que juegue en la calle es una mera estrategia para conseguir el resultado que quieres si ésta te funciona. Sin embargo, si le gritas no porque quieras lograr algo o hacer hincapié en tal cosa, sino porque estás mal anímicamente, querrá decir que te has inmovilizado a ti mismo. De manera que, la medida en que estas emociones te inmovilicen deber ser lo que te sirva de guía. Puede oscilar entre la inacción total y/o las pequeñas indecisiones o vacilaciones. Cuando estamos en una relación de pareja en la que «no deberíamos estar» la inmovilización aparece en forma de Dependencia Emocional: Paso más días mal que bien. Lloro más que río. Mi vida gira en torno a él. Poco a poco voy dejando mis intereses, mis actividades, a mi gente… Comienzo a tolerar y a aceptar comportamientos hacia mí que hace un tiempo no habría tolerado. Así, poco a poco nos vamos perdiendo, vamos dejando nuestra personalidad, nuestra manera de ser, nuestra esencia… Si sientes que es tu caso PIDE AYUDA y darás el primer paso para salir del...

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¡SÍ SE PUEDE!

enero 15, 2016 Sin categoría 3 comentarios

¡SÍ SE PUEDE!

A lo largo del tiempo he visto a muchas personas que viven en relaciones en las que sufren más que disfrutan, en las que se esfuerzan a diario para tratar de no hacer o decir nada que moleste a sus parejas y eso les lleve a provocar un enfado, en las que piden perdón aun sabiendo que no son responsables “de lo que ha ocurrido”, en las que están dispuestas a hacer lo que haga falta para que su pareja no las abandone… Pasan el tiempo preocupadas por hacer más fácil la vida del otro a costa de “no mirar hacia la suya propia”. Por eso, cuando me encuentro con ellas en la consulta no son conscientes ni siquiera, de que tienen una vida propia que hace tiempo que abandonaron pero que pueden recuperar poco a poco. Cuando ocurre esto, yo trato de hacerles ver que en una relación así lo que sienten no es AMOR sino DEPENDENCIA. Y me miran con cara de “¿qué me estás diciendo?”, “¿qué sabrás tú lo que yo siento?” …Y entiendo su reacción, porque al fin y al cabo eso es lo que nos han enseñado acerca de lo que implica AMAR en una relación de pareja, en muchos casos a RENUNCIAR A UNO MISMO. Las personas que sufren esta dependencia comienzan a actuar y a pensar de una manera que jamás se hubieran imaginado, comienzan a permitir tratos y a ceder en situaciones que para ellas antes hubieran sido inimaginables. Y da igual que lo hubieran tenido muy claro hasta el momento. El MIEDO a perder a su pareja o a decepcionarlo les lleva a permitirlo. Hasta tal punto que llega un momento en el que ya no se reconocen a ellas mismas. Aun así, a pesar del sufrimiento con el que viven al lado de esa persona, el simple hecho de pensar en dejarle es mucho más terrible para ellas. Ni se lo plantean. A vosotras…a las que ahora estáis en una relación así, a las que habéis salido de ella “rotas” pero todavía por vuestra propia voluntad y a las que os “han apartado” de la relación sin haber tomado conciencia todavía de cómo os ha podido ocurrir…¡SÍ SE...

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