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“Hagas lo que hagas…»

“Hagas lo que hagas…»

Nuestra cultura enaltece la incondicionalidad del amor, de manera que esta lo convierte en un arma muy peligrosa que “dispara” una idea que viene a decir: “hagas lo que hagas yo siempre te seguiré queriendo”. ¿Realmente esto es así? Es decir: ¿Debo apoyar a “Laura” para que continúe en una relación donde su pareja le dice que la quiere mucho después de haberla insultado y menospreciado? ¿Debo tratar de hacerle ver que cuando su pareja da golpes a las puertas enfadado es porque su amor hacia ella es incontrolable? ¿Debo animarla a que se quede en casa para evitar que su pareja se enfade con ella y le demuestre de esta manera que su amor por él es incondicional? ¿Debo reforzar su idea de que “quien bien te quiere te hará llorar”? ¿Debo animarla a que anteponga sus intereses, las cosas que le gustan, sus ratos de ocio, sus amistades o incluso a su propia familia para estar con la persona que ama? Porque en eso consiste el VERDADERO AMOR, en renunciar a uno mismo para centrar su vida en el OTRO, ¿o no? ¿Debo aconsejarle que cuando no quiera tener relaciones sexuales con su pareja haga un pequeño esfuerzo por complacerle ya que eso es señal de que su amor sigue vivo por él? ¿Debo hacerle ver que cuando realmente estamos enamorados da igual lo que queramos nosotros o lo que sintamos en un momento determinado? Estar pendientes de nuestros deseos, de nuestras ilusiones, de lo que sentimos, de nuestras emociones es puro egoísmo. Lo que realmente importa es cómo hagamos sentir a nuestra pareja… ¿O no? Por un lado, nos dicen que eso el verdadero amor, un AMOR INCONDICIONAL. Y sin embargo mis clientes me buscan cuando este AMOR INCONDICONAL que han aprendido a sentir les AHOGA, les ASFIXIA, les OPRIME, les MACHACA, les ANULA… ¿Debo decirles que han tenido la gran suerte de conocer EL VERDADERO AMOR y que por eso se sienten...

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Si no te tratan bien, TE MALTRATAN

Si no te tratan bien, TE MALTRATAN

Ocurre en muchas ocasiones que una persona comienza un proceso terapéutico y a medida que avanza en él y va dando más detalles de cómo ha sido su relación de pareja comienza a darse cuenta de que también el maltrato psicológico ha estado presente a lo largo de su relación, aunque las personas de su alrededor ya lo percibían. Que te hagan sentir insegura, tonta o fea con comentarios como “eres una inútil”, “eres una guarra”, “te pasas el puto día en la calle”, que te empujen o te escupan, que den golpes a la puerta cuando se enfadan, que te dejen encerrada en una habitación, que te ninguneen, que te controlen el dinero que gastas, que “te monte un pollo” cada vez que ves a tus amigas o visitas a tu familia, que tomen decisiones sin contar contigo son conductas que no deberías permitir NI UNA SOLA VEZ. Si la persona que es tu pareja te trata de esta manera está claro que NO TE QUIERE. No te engañes, NO CAMBIARÁ. Si no hacemos nada y solo nos dejamos llevar por el pensamiento mágico de “seguro que cambiará” estas conductas se seguirán repitiendo y con el tiempo llegaremos a acostumbrarnos, es más, ni sabremos ya cómo es eso de que nos traten con amabilidad, con ternura, en fin…con RESPETO. Estaremos tan acostumbradas a que nos humillen, nos insulten y nos ninguneen que con el paso del tiempo acabamos NORMALIZANDO este trato. Además, suele coincidir que el maltratador suele ser “encantador” con cualquier persona menos con su pareja con lo que nos resulta más difícil hacer ver a los demás lo que estamos sufriendo en la intimidad. Si alguien que nos quiere se da cuenta de lo que ocurre nos animará a que pongamos punto y final a la relación y a que salgamos de allí antes de acabar con la última migaja de AMOR PROPIO. Aún así, si sufrimos DEPENDENCIA EMOCIONAL y nos volvemos a encontrar con él sus palabras nos pueden sonar a “cantos de sirena”: “voy a cambiar”, “lo nuestro no puede acabar así”, “te prometo, te juro que…” y podemos acabar volviendo a sus brazos. Y si esto vuelve a ocurrir, las personas que nos han ayudado a salir de ahí, no nos entenderán, se enfadarán y dejarán de estar a nuestro lado. Las personas que sufren este tipo de maltrato se hacen cada vez más dependientes, se acostumbran a esas agresiones y cada vez les cuesta más salir de allí. Incluso te dicen que continúan porque quieren a su pareja. Nada más lejos de la realidad. Su falta de autoestima las anula como persona. No puede decidir irse…ni siquiera quedarse…simplemente NO PUEDE DECIDIR Y...

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Y tú … ¿sientes que estás inmovilizado?

Y tú … ¿sientes que estás inmovilizado?

El otro día una clienta se quejaba amargamente del tiempo que lleva aferrada al rencor y a la rabia por situaciones del pasado y cómo esto le afectaba en el momento presente de manera que le impedía hacer lo que realmente quería. Y os preguntaréis… ¿Eso es posible? ¿Puede ocurrir que lo que siento ahora acerca de hechos pasados me impida hacer lo que yo quiero en el momento presente? Os voy a hacer una pequeña lista de momentos en que os podéis encontrar “inmovilizados” y seguro que algunos de los que leéis este post conectaréis más con unos que con otros, en función de los que más se repitan en vuestro repertorio. Te encuentras inmovilizad@ cuando… Te pasas el día sentado en casa pensando en tus problemas. No puedes hablarle cariñosamente a tu pareja o a tus hijos, aunque lo quieres hacer. No haces alguna actividad agradable para ti o algún deporte por esa “sensación desagradable” que arrastras contigo. Evitas hablar con alguien, aunque sabes perfectamente que un gesto amable o amistoso mejoraría tu relación con esa persona. No puedes dormir porque hay algo que te preocupa. No puedes pensar con claridad porque estás enfadado. Tratas mal a alguien que quieres. No empiezas un proyecto, aunque estés muy interesado en él. Tus enfados evitan que hagas o digas cosas que quieres hacer o decir. Tu timidez te impide conocer gente que quieres conocer. No puedes trabajar de manera eficaz A veces pensamos que vale la pena sentir rabia, hostilidad, mostrarse tímido o sentir otras emociones del estilo. Y por supuesto que, como todas las emociones, también cumplen su función y por eso deben estar presentes en determinados momentos. Quizá dirigirte a tu hijo con voz enfadada para hacerle ver que no quieres que juegue en la calle es una mera estrategia para conseguir el resultado que quieres si ésta te funciona. Sin embargo, si le gritas no porque quieras lograr algo o hacer hincapié en tal cosa, sino porque estás mal anímicamente, querrá decir que te has inmovilizado a ti mismo. De manera que, la medida en que estas emociones te inmovilicen deber ser lo que te sirva de guía. Puede oscilar entre la inacción total y/o las pequeñas indecisiones o vacilaciones. Cuando estamos en una relación de pareja en la que «no deberíamos estar» la inmovilización aparece en forma de Dependencia Emocional: Paso más días mal que bien. Lloro más que río. Mi vida gira en torno a él. Poco a poco voy dejando mis intereses, mis actividades, a mi gente… Comienzo a tolerar y a aceptar comportamientos hacia mí que hace un tiempo no habría tolerado. Así, poco a poco nos vamos perdiendo, vamos dejando nuestra personalidad, nuestra...

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¡SÍ SE PUEDE!

¡SÍ SE PUEDE!

A lo largo del tiempo he visto a muchas personas que viven en relaciones en las que sufren más que disfrutan, en las que se esfuerzan a diario para tratar de no hacer o decir nada que moleste a sus parejas y eso les lleve a provocar un enfado, en las que piden perdón aun sabiendo que no son responsables “de lo que ha ocurrido”, en las que están dispuestas a hacer lo que haga falta para que su pareja no las abandone… Pasan el tiempo preocupadas por hacer más fácil la vida del otro a costa de “no mirar hacia la suya propia”. Por eso, cuando me encuentro con ellas en la consulta no son conscientes ni siquiera, de que tienen una vida propia que hace tiempo que abandonaron pero que pueden recuperar poco a poco. Cuando ocurre esto, yo trato de hacerles ver que en una relación así lo que sienten no es AMOR sino DEPENDENCIA. Y me miran con cara de “¿qué me estás diciendo?”, “¿qué sabrás tú lo que yo siento?” …Y entiendo su reacción, porque al fin y al cabo eso es lo que nos han enseñado acerca de lo que implica AMAR en una relación de pareja, en muchos casos a RENUNCIAR A UNO MISMO. Las personas que sufren esta dependencia comienzan a actuar y a pensar de una manera que jamás se hubieran imaginado, comienzan a permitir tratos y a ceder en situaciones que para ellas antes hubieran sido inimaginables. Y da igual que lo hubieran tenido muy claro hasta el momento. El MIEDO a perder a su pareja o a decepcionarlo les lleva a permitirlo. Hasta tal punto que llega un momento en el que ya no se reconocen a ellas mismas. Aun así, a pesar del sufrimiento con el que viven al lado de esa persona, el simple hecho de pensar en dejarle es mucho más terrible para ellas. Ni se lo plantean. A vosotras…a las que ahora estáis en una relación así, a las que habéis salido de ella “rotas” pero todavía por vuestra propia voluntad y a las que os “han apartado” de la relación sin haber tomado conciencia todavía de cómo os ha podido ocurrir…¡SÍ SE...

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¿Conoces el Principio 90/10?

¿Conoces el Principio 90/10?

Hay una frase que preside una de las paredes de mi consulta y que es clave para entender la manera en que enfoco las intervenciones con mis clientes. Algunos de ellos incluso le hacen una foto y la ponen de perfil de WhatsApp para tenerla más presente en su día a día: “Lo crucial no es lo que nos pasa, sino lo que pensamos acerca de lo que nos pasa” Estos días atrás en los que mezclamos fiestas, trabajo y momentos en los que no sabemos en qué dar, aproveché para hacer limpieza y me encontré con la carpeta y el regalo que nos dieron por la asistencia a un taller hace años (un palo indio que simbolizaba una comunicación eficaz), en el que aprendí muchas cosas. Echando un vistazo por encima me encontré con las hojas en las que hablaba del Principio 90/10 de Stephen Covey y me percaté de la conexión con “aquella frase” en mi consulta. Quiero compartir lo que enseña este Principio con vosotros tal y como Stephen Covey lo cuenta: El 10% de la vida está relacionado con lo que nos pasa, y el 90% de la vida está relacionado con la forma en cómo reaccionamos a esto. Nosotros realmente no tenemos control sobre el 10% de lo que nos sucede. No podemos evitar que el coche se averíe, que el avión llegue tarde, lo que tirará por la borda todo nuestro plan. Un automovilista puede obstaculizarnos en el tráfico. No tenemos control de este 10%. Nos viene dado. El otro 90% es diferente. Nosotros determinamos ese otro 90%. ¿Cómo?… Con nuestra reacción. Usemos un ejemplo: Estás desayunando con tu familia. Tu hija sin querer derrama una taza de café y salpica tu camisa de trabajo. Tú no tienes control sobre lo que acaba de pasar. Lo siguiente que suceda será determinado por tu reacción. Supongamos que tú maldices, regañas severamente a tu hija porque te tiró la taza encima. Ella rompe a llorar. Después de regañarla, te vuelves a tu esposa y la criticas por colocar la taza demasiado cerca del borde de la mesa. Y sigue una batalla verbal. Tú vociferando vas a cambiarte la camisa. Cuando acabas, encuentras a tu hija demasiado ocupada llorando terminándose el desayuno, para estar lista para la escuela. Tu hija pierde el autobús. Tu esposa debe irse inmediatamente para el trabajo. Te apresuras a coger el coche y llevas a tu hija a la escuela. Debido a que ya vas con retraso, conduces a 65 km por hora, cuando la velocidad máxima permitida es de solamente 50 km. Después de 15 minutos de retraso y ganarte una multa de tráfico de 100 € llegas a la...

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Amar demasiado…¿Es un problema? (2ªParte)

Amar demasiado…¿Es un problema?  (2ªParte)

Idealización de la pareja Tienes la sensación de estar con alguien especial, más importante que tú y que además quiere estar contigo. Verlo así también te lleva a ver de manera distorsionada sus méritos y capacidades. Por ejemplo, si es empresario, será de los mejores en el mundo de la empresa o de su ciudad, si es prepotente, será que es una persona muy segura, si es atractivo, será el más guapo, etc. Una de las cosas que más influye en esta manera idealizada de ver a tu pareja es la forma en la que te trata, de manera que la prepotencia, el escaso interés que pone en ti y algunos desplantes los interpretas como signos de poder, de seguridad y/o de fuerza. Sumisión Si priorizas a tu pareja por encima de cualquier cosa, la idealizas y además necesitas estar todo el tiempo “pegada a él” la manera en que te relacionas con ella va a ser de “abajo a arriba” es decir, desequilibrada. Justificas todo lo que hace, le permites todo y además intentas satisfacerle todos sus caprichos. Esto te lleva a negociar con tus principios, con tus valores… (aceptar infidelidades, insultos y otros tipos de maltrato) con tal de evitar que se enfade contigo o que te deje. Necesidad de agradar El valor que te das está en función de los demás, de modo que si te dicen un halago “subes a las nubes” y si te dicen algo que debes mejorar “bajas al infierno” Necesitas que todo el mundo tenga una imagen perfecta de ti de manera que, cuando crees que no es así, tratas de comprobar, por ejemplo, a través del tono de voz de la otra persona si está enfadada contigo, o la llamas insistentemente para ver si todo está igual. Si crees que alguien se ha molestado por algo que hayas hecho o dicho te quedas dándole vueltas incluso mucho tiempo después. Eso sí, cuando estás en pareja esta necesidad de agradar se focaliza en ella de manera que si alguien de tu familia o amistades no acepta a tu pareja, no tienes ningún inconveniente en enfrentarte o dejar de tener contacto con ellos. Miedo intenso a ser rechazado o abandonado Si tenemos en cuenta la baja autoestima y las cualidades que atribuyes a tu pareja (sobrevaloradas) que te parecen imprescindibles para tu vida, entre las demás características que te hacen dependiente, podemos hacernos una idea del miedo al abandono que sientes cuando tu pareja se enfada contigo e intuyes una pequeña posibilidad de rechazo o ruptura. Si no confías en tus capacidades, si te sientes insegura y poco capaz, es normal que creas que necesitas a los demás para salir adelante. Romper...

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